En su doble condición de enólogo y bodeguero, Walter Bressia se puede jactar de conocer el negocio del vino desde todos los ángulos. El actual presidente de Bodegas de Argentina -la cámara que reúne 250 bodegas de todo el país que comercializan el 75% del vino en el mercado interno y el 80% de las exportaciones argentinas del sector- acumula más de cuarenta años de actividad en el rubro. Después de egresar del Liceo Agrícola de Mendoza con el título de enólogo, empezó a trabajar como laboratorista en la pyme Boero, Napoli y Cía., que se dedicaba al traslado de vino. En 1978 ingresó a trabajar en la bodega Nieto Senetiner y, junto con Adriano Senetiner, sentó las bases de la renovación del negocio vitivinícola en la Argentina, y sus vinos acumularon más de 200 premios internacionales.
Junto con Senetiner dio sus primeros pasos como empresario, cuando, tras la venta de Nieto Senetiner a la familia Perez Companc, fundaron Viniterra, y en la actualidad continúa en el negocio con Bodega Bressia, una compañía 100% familiar en la que participan su esposa, cuatro hijos, un yerno y una hermana. Como pequeño empresario del rubro, Bressia es un defensor de las ventajas de contar con una oferta diversificada de vino y asegura que la industria argentina tiene la posibilidad de ser competitiva sin tener que avanzar en un proceso de concentración de la producción o apostando a una megadevaluación del peso. «Cuando se toca el tipo de cambio, el exportador no termina de ver los beneficios, porque en el medio te gana siempre la inflación con la suba en los insumos», explicó el empresario bodeguero en diálogo con LA NACION.
-¿Es un momento difícil para el negocio del vino?
-Venimos de dos años complicados, con dos cosechas muy bajas, que en términos de volumen fueron las dos peores en los últimos 60 años, lo que significó una baja importante en los stocks. Y a esto se suma un problema de la macroeconomía argentina de la última década que complicó el mercado externo. En promedio este año estamos con una caída de entre 2,5 y 3% en los volúmenes en el mercado interno y del 13% en las exportaciones en litros, aunque en dólares estamos prácticamente igual que el año pasado. Es decir que se está exportando menos volumen, pero con un precio promedio más alto. El pico en materia de exportaciones para el sector fue en 2012, cuando las ventas llegaron casi a US$ 1300 millones, y hoy estamos un poco por debajo de los US$ 100 millones.
-¿Cómo hay que leer el dato de las exportaciones?
-El dato positivo es que hayamos podido subir un escalón en cuanto a los precios internacionales a lo que estamos exportando. Hoy el vino argentino que se vende afuera no baja de los 38 o 40 dólares por caja de nueve litros y por una cuestión de costos es muy difícil colocar una caja en el exterior por debajo de esa cifra. Lo que no es bueno es que lo que no se vende afuera termina presionando en los precios en el mercado interno, que es lo que podría pasar cuando volvamos a tener cosechas normales. Igualmente confiamos en que en la medida en que se mejore la economía del país, con una desaceleración de la inflación, vamos a ir recuperando mercados internacionales.
-¿Cuáles son las plazas en las que el vino argentino perdió más presencia?
-En mercados como Estados Unidos o Brasil se sufrió mucho la competencia del vino chileno. Habíamos ganado muchos espacios en esos mercados que fueron ocupados por otros países, como España o Australia. Lo bueno es que las bodegas dejaron de vender las líneas más bajas, pero mantuvieron sus precios, con lo cual no hubo un deterioro en la imagen del vino argentino.
«Hoy hay más de 600 bodegas en el país y no veo que se esté dando un proceso de concentración»
-¿Tocar el tipo de cambio es la forma de recuperar mercados en el exterior?
-Si bien el tipo de cambio ayuda, yo estoy convencido de que tenemos que recuperar la competitividad del negocio desde otros aspectos. A largo plazo necesitamos una economía madura y estable, y eso nos va a permitir trabajar en la competitividad desde el punto de vista de la mano de obra y la producción. Además, tenemos la experiencia de lo que pasó en la Argentina. Cuando se devalúa, el exportador no termina de ver los beneficios porque en el medio te gana siempre la inflación con la suba en los insumos. Además, hay otros factores. En el caso de nuestra industria, hoy tenemos un reintegro de las exportaciones del 6%, y si se mejorara en tres puntos esta devolución estoy seguro de que podríamos recuperar algunos de los mercados que se perdieron en el último tiempo por un tema de costos.
-¿Y a nivel interno qué se puede hacer para recuperar los consumidores que se perdieron a manos de la cerveza?
-El vino básico es muy sensible al precio. Cuando se está por arriba de otras bebidas sustitutas, como la cerveza y, en menor medida, las gaseosas, las ventas de vino se resienten, y es lo que pasó en el último tiempo. Debido a la escasez, los precios de la uva subieron mucho y lo que fue muy bueno para los productores terminó siendo malo para el mercado. Quedamos fuera de precio en los vinos más básicos, aunque en las líneas más altas no hubo un impacto significativo.
-¿La baja en las ventas y las exportaciones provocó una salida de jugadores del negocio?
-En el último tiempo llegaron al sector muchos actores que habían visto en el vino una imagen glamorosa y que habían sido seducidos por todo lo que significa el vino y la posibilidad de tener un producto propio. El problema es que muchos desconocían la actividad en profundidad y descubrieron que una marca no se hace de la noche a la mañana. Yo siempre digo que el negocio no se termina con la primera venta, sino que en ese momento es realmente cuando comienza. Después de la primera venta vienen la cobranza y la reposición.
-Pese a eso, el negocio sigue siendo atractivo?
-El mercado argentino sigue siendo interesante. Si bien hay reglas de juego que necesitan ser cambiadas, el valor de la tierra continúa siendo muy conveniente frente a los precios que se manejan en otros países, a lo que se suma que el mercado interno es importante y el potencial de la exportación es muy grande. Afuera saben del atractivo que tiene el mercado argentino, lo que hay que hacer es darle las condiciones legales para que se decidan a invertir en la Argentina.
-¿Qué es lo que está frenando la llegada de inversiones al negocio?
-En algunos casos no sienten la tranquilidad de hacer la inversión a largo plazo que implica el vino, porque se trata de un negocio que lleva mucho tiempo, empezando por la compra de viñedos y lograr hacerlos productivos. La industria no escapa de los problemas que enfrenta el país en materia de leyes laborales y previsionales y todo lo que hace a la seguridad jurídica. Muchos prefieren invertir en otros países aunque tengan que pagar un poco más por las tierras.
-¿La concentración es inevitable en el mercado?
-Hoy hay más de 600 bodegas en la Argentina y no veo que se esté dando una concentración del negocio. El mercado sigue muy atomizado, más allá de alguna compra. En otros mercados se vivieron procesos parecidos y por eso hay que trabajar para que no se concentre el negocio. Estoy convencido de que es bueno que haya diferentes ofertas y que no sea el juego de dos o tres grandes empresas. La diversidad es positiva.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/